2.9.12

Polaris.
Doma unas cuerdas capaces de brotar inmensos árboles y florecer un latifundio marchito con sus vibraciones.
Notas de colosales dimensiones, atravesaban las nubes, y hacían derramar vino de las copas doradas de los más altos. Todos los seres podían oirle, tanto hipoacúsicos como negadores e infieles.
Esa habilidad era un arma letal, pero solo era efectiva los días posteriores a que Alioth y Dubhe cargasen el instrumento mediante el tacto o contamplándolo.
Fue de esta manera que hasta recientes años no se supo de deforestaciones, la naturaleza arrasaba lo que Bragi fomentaba. Una manifestación de celos.
Hubo un tiempo de hambruna y carencias, consecuencia de los incrédulos. El era el único capaz de sobrellevar la tempestad por lo que se sentó en una piedra en lo más alto de un cerro para que la música sea canalizada de forma óptima y las cuencas (sedientas ahora) trasladaran con más agilidad.
A medida que tocaba el cielo se tornaba gris y para ahuyentarlo escurrió nubes sin embargo la terquedad lo protegía. Siguió tocando y esta vez quiso acompañarlo con vientos y en un momento de distracción esparció las semillas, que apenas se sostenían en las hojas, por todos lados.
Pasaron días, semanas y los altos al ver que no se detenía lo dejaron.
Bragi pidió una tregüa.
Los vientos junto con el polvo y sus dedos tocando una y otra vez afilaron las cuerdas que lo cortaron e hicieron que pare.
La sangre tocó el suelo, las cuerdas se rompieron y lo último que vió fue un sol haciendo sombra en un árbol.
Eran las valkirias que su búsqueda.