7.12.11

Vurré.
Pensaba que éramos juguetes de unos gigantes, como a su vez nosotros lo éramos de los nuestros. Y que había un árbol plantado que daba frutos, a lo alto, de nubes.
Viniendo de la esquina sentía que lo espiaban y por eso de su timidez. No quería que lo encontraran urgándose la nariz.
Cada respuesta era blanco de nuevas preguntas incesantes. Era insaciable. Solo que no tenía la confianza suficiente, porque creía era diferente, para hacerlas públicas.
Esas ideas deformadas fueron apacigüándose a medida que crecía mientras que algunas se reafirmaban más y nacían otras igual de ingenuas pero que cabían en su lógica.
La molestia es permanente.