31.1.10

Redención.
Mi padre siempre tenía el bolsillo de su camisa fatigado con papeles notas, polvo, monedas y pocas veces con algún cigarrillo.
Cierta tarde, mientras tomábamos mate y yo mate cocido, hablamos un rato largo. Como la tele se había roto decidimos ir al patio.
Y ahí  noté que él gustaba de observar la manera en como le hablabas. Nunca le pregunté por su niñez, me gustaba crear una historia sobre ello.
Solo me contó de la vez que le arrancó los ojos a su tío Bernardo y en su lugar le puso los suyos. Para que no notaran el cambio.
Por alguna razón, que desconozco, el oro le fue esquivo (por decisión propia). , yo creo que por ambición. Aunque esos dominós siempre caen hacia adelante, y eso el no lo previó.